ARTÍCULOS

Para cualquier autor que tienda a la exuberancia, el formato breve resulta desesperante. Hay que contar palabras, cortar aquí, podar allá. Y, en definitiva, refrenarse para que el texto se ajuste a las exigencias de la publicación.

Pero esta pequeña frustración genera logros positivos. Forzado a ser breve, al escritor no le queda más remedio que desbrozar lo superfluo de lo esencial. Renunciar a las florituras y ceñirse a lo que de verdad importa.

Es un ejercicio de síntesis que obliga a la disciplina y al rigor. Al igual que la traducción, un entrenamiento literario de primera orden.

 

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