PALABRAS Y MUNDOS

mesa de trabajo floresPese a la pasión por la literatura y las letras, mi universo es más vitalista que intelectual. No tiendo al misticismo. Me gusta cocinar, me gusta beber vino, reir, tumbarme al sol y hacer el amor. Me agrada trabajar con las manos, revolver en la tierra del jardín. Me emocionan los paisajes y la Naturaleza en casi todas sus formas (menos las ratas). Disfruto enormemente con los encuentros personales, por breves que sean. Con las aventuras de todo tipo, los viajes y las sorpresas.

Estos no son mundos sobrios, mucho menos minimalistas. Me temo que tengo una irreprimible vocación al barroquismo, a la exuberancia. Se refleja en mi escritura. Suele ser visual, una herencia de mis años de guionista. También orgánica y apegada a la tierra; luminosa, aromática y colorida, porque así es como veo la vida. En suma, mucho más sensual que intelectual. Trato de que en ella se conjuguen todos los sentidos, con especial énfasis en el del humor.

ouzoNo soy una autora espontánea. Me cuesta escribir, tengo una obsesión enfermiza por el detalle. Mis textos están construidos capa tras capa, mediante una labor lenta y meticulosa: escritura, reescritura, más reescritura. A veces me canso a mi misma, por lo fastidiosa y puntillosa que soy. Pero sucede que amo el lenguaje, con toda su riqueza. Y reivindico, sin complejos, la vuelta a una escritura fértil, en vocabulario e imágenes.

La música, que conozco bien, está siempre presente en mi narrativa. Cadencia, melodía y, sobre todo, ritmo. Y todas las lenguas que hablo -mis grandes amores- se activan cuando escribo. Es un mecanismo automático, pero buscado. Me resulta fascinante trabajar mi propia lengua desde el prisma de las otras. Eso me permite retorcerla, impostarla; utilizarla de un modo distinto, más personal.